Últimamente se ha ido filtrando por los pequeños espacios
que seguramente existen entre mis átomos, una buena dosis de dificultad en el
ejercicio de la introspección.
Lo que antes era cotidiano y fluido, hoy es una verdadera
extrañeza.
Y como si ello no representara ya un sopor insoportable, las
letras que escribo han venido sufriendo una invasión similar. Les cuesta mucho
esfuerzo asomarse a respirar sobre la superficie de mi alma.
Supongo que se ha vuelto densa la sustancia que me significa
internamente.
O me he ido alejando sistemática y minuciosamente de mí
mismo y, cuando necesito abrazarme, debo recorren cada vez un camino más largo.
Tal vez me esté cansando de perseguirme.