sábado, 5 de diciembre de 2009
martes, 20 de octubre de 2009
Belleza tácita
No hay foto que tomar mientras no existan unos ojos capaces de redefinir al objeto en cuestión. Puede tratarse de cualquier cosa, lo importante es atreverse a descubrir y denunciar con una imagen la belleza tácita que todo guarda.
Un feto humano cubierto con formol metido en un frasco de cristal, las pestañas interminables de una mujer vacía, el reflejo de una casa en el agua podrida de una fuente, una construcción, una ciudad, un río sin chiste, una sensación, un grito de odio, un par de senos, una cara convexa y deforme, un bote abandonado, un zapato bien boleado, un cuerpo cotidianamente desmenuzado por estudiantes en una escuela de medicina. Todo puede ser convertido en placer visual, sólo basta una cámara fotográfica y un par de ojos que en cada pestañeo se lubriquen con imprudencia, locura y sensibilidad, para así despojar a la vida de su nauseabunda ordinariedad anteponiendo la belleza tácita que todo guarda.
Corro incesante y sin voltear en sentido opuesto a la estética ordinaria, a las frases hechas, huyo de las técnicas depuradas, de las teorías de la imagen, en fin, de todo lo que pretenda coartar la necesidad ontológica de detenerme en cualquier lugar y hacer una foto sin importar nada, por el puro placer de contemplar la belleza tácita que todo guarda.
Un feto humano cubierto con formol metido en un frasco de cristal, las pestañas interminables de una mujer vacía, el reflejo de una casa en el agua podrida de una fuente, una construcción, una ciudad, un río sin chiste, una sensación, un grito de odio, un par de senos, una cara convexa y deforme, un bote abandonado, un zapato bien boleado, un cuerpo cotidianamente desmenuzado por estudiantes en una escuela de medicina. Todo puede ser convertido en placer visual, sólo basta una cámara fotográfica y un par de ojos que en cada pestañeo se lubriquen con imprudencia, locura y sensibilidad, para así despojar a la vida de su nauseabunda ordinariedad anteponiendo la belleza tácita que todo guarda.
Corro incesante y sin voltear en sentido opuesto a la estética ordinaria, a las frases hechas, huyo de las técnicas depuradas, de las teorías de la imagen, en fin, de todo lo que pretenda coartar la necesidad ontológica de detenerme en cualquier lugar y hacer una foto sin importar nada, por el puro placer de contemplar la belleza tácita que todo guarda.
jueves, 24 de septiembre de 2009
Trinchera inútil
Antes que otra cosa, ofrezco una disculpa por las erratas que se podrán encontrar delante. No las señalo específicamente, debido a que no tengo idea de cuáles vayan a ser.
Estoy escondido. Agazapado en el espacio que se guarda entre mi cama y la pared. Trato de no hacer el más mínimo ruido al teclear. Mas presiento que no tardan en encontrarme. Escucho un bullicio diminuto que se acerca.
He estado tratando de escribir (como siempre) sobre mis traumas y malformaciones mentales, pero durante más de una hora, no he podido hilar más de tres ideas antes de que las manchitas de colores en cautiverio salten al teclado de mi ordenador o se aglutinen en la pantalla y jueguen a no dejarme ver lo que escrib-y-o
hoy,, amaneció el tarro del azúcar tirado bajola mesita de madera de la estancia completamente vqcío. No quedó hi un sglo grano a la vista.¨*!
Alguna vez había pensado,%&/¿qué pasaría si mis partículas de colores en cautiverio tuvieran una crisis de euforia incontenible==)?
He aqupi..la respuestasa...°°!1
Estoy escondido. Agazapado en el espacio que se guarda entre mi cama y la pared. Trato de no hacer el más mínimo ruido al teclear. Mas presiento que no tardan en encontrarme. Escucho un bullicio diminuto que se acerca.
He estado tratando de escribir (como siempre) sobre mis traumas y malformaciones mentales, pero durante más de una hora, no he podido hilar más de tres ideas antes de que las manchitas de colores en cautiverio salten al teclado de mi ordenador o se aglutinen en la pantalla y jueguen a no dejarme ver lo que escrib-y-o
hoy,, amaneció el tarro del azúcar tirado bajola mesita de madera de la estancia completamente vqcío. No quedó hi un sglo grano a la vista.¨*!
Alguna vez había pensado,%&/¿qué pasaría si mis partículas de colores en cautiverio tuvieran una crisis de euforia incontenible==)?
He aqupi..la respuestasa...°°!1
martes, 8 de septiembre de 2009
Para mañana
A las diez con siete no he salido de casa.
La mañana es perfecta. Gris, fría y con una fina cortina de lluvia constante y errante.
Mis partículas de colores en cautiverio se quedaron en el hueco que se hace sobre el cobertor entre mis piernas viendo el televisor toda la noche, lo que me provocó la particular, repetitiva y sui géneris pesadilla de ser parte de algunos infomerciales*.
Sonó el despertador. Lo apagué cuatro veces y decidí que hoy voy a disfrutar de la hermosa mañana en pijama, tomando café y con la nariz pegada a la ventana.
Dejaré para mañana las cosas que pude pero no quise hacer hoy.
* A las partículas de colores les gusta ver el televisor por los colores y el sonido, no son fanáticas de los infomerciales en sí.
La mañana es perfecta. Gris, fría y con una fina cortina de lluvia constante y errante.
Mis partículas de colores en cautiverio se quedaron en el hueco que se hace sobre el cobertor entre mis piernas viendo el televisor toda la noche, lo que me provocó la particular, repetitiva y sui géneris pesadilla de ser parte de algunos infomerciales*.
Sonó el despertador. Lo apagué cuatro veces y decidí que hoy voy a disfrutar de la hermosa mañana en pijama, tomando café y con la nariz pegada a la ventana.
Dejaré para mañana las cosas que pude pero no quise hacer hoy.
* A las partículas de colores les gusta ver el televisor por los colores y el sonido, no son fanáticas de los infomerciales en sí.
martes, 25 de agosto de 2009
Corazón en Agua
Tengo el corazón metido en un vaso con agua sobre la mesa.
Está en agua para evitar que se marchite ya que, de un día para otro, amaneció raro, como seco, casi muerto.
Debe ser porque un ventarrón de incertidumbre mal habida recorrió hace unos días mi ciudad y yo andaba por la calle descubierto.
Las manchitas de colores en cautiverio se amontonan curiosas alrededor del vaso.
Parece que les preocupa, pues se han organizado en turnos de 12 horas para vigilarlo y hablan con él todo el tiempo.
No logro escuchar qué le dicen porque le susurran con sus vocecitas pegadas al vidrio trasparente, sólo alcanzo a ver una suerte de vaho brillante que dejan cuando se separan de el.
No ha mejorado nada desde que lo descubrí desangrado, pero tampoco ha empeorado.
Está en agua para evitar que se marchite ya que, de un día para otro, amaneció raro, como seco, casi muerto.
Debe ser porque un ventarrón de incertidumbre mal habida recorrió hace unos días mi ciudad y yo andaba por la calle descubierto.
Las manchitas de colores en cautiverio se amontonan curiosas alrededor del vaso.
Parece que les preocupa, pues se han organizado en turnos de 12 horas para vigilarlo y hablan con él todo el tiempo.
No logro escuchar qué le dicen porque le susurran con sus vocecitas pegadas al vidrio trasparente, sólo alcanzo a ver una suerte de vaho brillante que dejan cuando se separan de el.
No ha mejorado nada desde que lo descubrí desangrado, pero tampoco ha empeorado.
jueves, 6 de agosto de 2009
El Origen (y futuro) Atómico de las Cosas
Desde hace muchos años (casi todos los que puedo recordar) he sentido gran curiosidad por saber cuál es el origen de las cosas que veo, poseo o deseo.
Partiendo de la idea de que la materia no se crea ni destruye, y de que unidad mínima de la materia es el átomo, me pica el cerebro el poder saber en dónde estaban hace cien años los átomos que ahora forman la vieja mesa de mi estancia, la cerveza caliente de la botella casi vacía, la playera decolorada que me cubre o la pantalla de la computadora en la que ahora escribo.
¿En dónde estaban esos átomos hace cien millones de años? ¿De qué eran parte? ¿De un animal? ¿De una planta? ¿De un volcán? ¿De un micro organismo marino? ¿Habrá algún registro o suerte de memoria codificada en los átomos que nos permita saberlo? ¿Seremos capaces algún día de descifrarlo?
¿Y qué pasará con mis átomos cuando me pudra bajo la tierra?
Tal vez cuando me reintegre a la tierra algunos de mis átomos formen una molécula que forme parte de una proteína que alimente una planta y se convierta en una papa que será consumida por un animal y termine otra vez como excremento de vuelta a la tierra para después pasar por un ciclo parecido y me convierta en el esperma de un homo sapiens que se masturba en un zoológico futurista frente a cientos de seres pertenecientes a lo que será el siguiente escalón evolutivo.
Partiendo de la idea de que la materia no se crea ni destruye, y de que unidad mínima de la materia es el átomo, me pica el cerebro el poder saber en dónde estaban hace cien años los átomos que ahora forman la vieja mesa de mi estancia, la cerveza caliente de la botella casi vacía, la playera decolorada que me cubre o la pantalla de la computadora en la que ahora escribo.
¿En dónde estaban esos átomos hace cien millones de años? ¿De qué eran parte? ¿De un animal? ¿De una planta? ¿De un volcán? ¿De un micro organismo marino? ¿Habrá algún registro o suerte de memoria codificada en los átomos que nos permita saberlo? ¿Seremos capaces algún día de descifrarlo?
¿Y qué pasará con mis átomos cuando me pudra bajo la tierra?
Tal vez cuando me reintegre a la tierra algunos de mis átomos formen una molécula que forme parte de una proteína que alimente una planta y se convierta en una papa que será consumida por un animal y termine otra vez como excremento de vuelta a la tierra para después pasar por un ciclo parecido y me convierta en el esperma de un homo sapiens que se masturba en un zoológico futurista frente a cientos de seres pertenecientes a lo que será el siguiente escalón evolutivo.
martes, 4 de agosto de 2009
Normal
Hace un par de días me sorprendí al levantarme por la mañana y ver a las manchitas de colores haciendo en la estancia de mi apartamento una formación casi militar. Caminaban juntitas conservando un espacio milimétrico y exacto entre ellas.
De un lado a otro iban y venían, parecía que estaban vigilando celosamente su espacio, y antes de chocar con un muro o una silla daban vuelta muy ordenadas y sin romper la formación.
Intenté pasar a la cocina y formaditas, muy serias, me impidieron el paso. Quedé inmóvil durante casi cuarenta segundos, que utilizaron para dar vueltas al rededor de mis pies descalzos y decidir que "estaba limpio".
Pude seguir caminando cuando abrieron un surco justo a la mitad de su rectángulo de puntitos multicolor (me estaban autorizando el paso), mismo que cerraron inmediatamente después de mi andar para volver a formar una barrera casi infranqueable.
Por las noches, hicieron guardias en la puerta de mi habitación. Podía escuchar entre sueños los cambios de turno, había una suerte de ritual que incluía dar unos pasitos de lado cuando llegaba el centinela que ocuparía el lugar de la manchita que necesitaba dormir con urgencia.
Estuvieron así hasta hoy.
Esta mañana, cuando me levanté, otra vez parecía que alguien las había estornudado y estaban todas salpicadas por doquier. Habían regresado a su actividad normal.
Algunas dormían, otras charlaban con sus vocecitas casi mudas, habían las que mordían la alfombra, jugaban con el gotero del lavabo, gritaban dentro de botellas de vino vacías para escuchar su eco y casi piso a unas cuantas que intentaban mover un sucio sofá de su lugar para alcanzar la ventana.
No sé por qué me parece tan normal que sucedan estas cosas.
De un lado a otro iban y venían, parecía que estaban vigilando celosamente su espacio, y antes de chocar con un muro o una silla daban vuelta muy ordenadas y sin romper la formación.
Intenté pasar a la cocina y formaditas, muy serias, me impidieron el paso. Quedé inmóvil durante casi cuarenta segundos, que utilizaron para dar vueltas al rededor de mis pies descalzos y decidir que "estaba limpio".
Pude seguir caminando cuando abrieron un surco justo a la mitad de su rectángulo de puntitos multicolor (me estaban autorizando el paso), mismo que cerraron inmediatamente después de mi andar para volver a formar una barrera casi infranqueable.
Por las noches, hicieron guardias en la puerta de mi habitación. Podía escuchar entre sueños los cambios de turno, había una suerte de ritual que incluía dar unos pasitos de lado cuando llegaba el centinela que ocuparía el lugar de la manchita que necesitaba dormir con urgencia.
Estuvieron así hasta hoy.
Esta mañana, cuando me levanté, otra vez parecía que alguien las había estornudado y estaban todas salpicadas por doquier. Habían regresado a su actividad normal.
Algunas dormían, otras charlaban con sus vocecitas casi mudas, habían las que mordían la alfombra, jugaban con el gotero del lavabo, gritaban dentro de botellas de vino vacías para escuchar su eco y casi piso a unas cuantas que intentaban mover un sucio sofá de su lugar para alcanzar la ventana.
No sé por qué me parece tan normal que sucedan estas cosas.
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