Libró a los impíos dedos
(afilados y fríos)
que celan rabiosamente el bienestar de mis culpas;
entes lacerantes verdugos de mi placer,
cadenas con puntas que amarran del cuello a mi concupiscente
voluntad,
verrugas malditas que entristecen el alma.
Era una idea tan horripilante como divertida.
Apenas la descubrí, la maté por acto involuntario condicionado.
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