Sin contemplación no hay razón,
hay albedrío.
Un capricho burlado por el ego,
que obedece órdenes de todos y de nadie.
Sin reflexión, navegamos a expensas de la ocurrencia.
Que al timonear mil vientos,
no mira cuando llega al fin del mundo,
y cae al vacío.
Una, y otra, y otra vez...
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