viernes, 28 de mayo de 2010

Sudor dulce

Hoy me encontré en pedazos.

Me sorprendí tratando de pegar las piezas de un espejo hecho trizas en una ciudad que no conozco.

Pude ver mi rostro sin facciones.

Las llaves de la consciencia siguen perdidas.

No he querido probar si el picaporte gira, pues corro el riesgo de que esté abierto.

El calor empaña el alma y suda dulce.

martes, 25 de mayo de 2010

Lost!

Me siento perdido...

¿Alguien me ha visto por ahí?

martes, 13 de abril de 2010

Bonita Mañana

La mañana me regaló un cielo grisáceso y frío.

Abrí los ojos porque unas letritas pequeñas y tiernas me hablaron al oído.

Unté un pan con mantequilla y me lo comí mientras buscaba mis llaves.

Reí al ver que las manchitas las habían escondido dentro de la lavadora.

Abracé mi saco gris y salí de casa.

lunes, 12 de abril de 2010

Debí suponer

Abrí la puerta.

Obscuridad total y un extraño bullicio sordo.

Mi mandíbula volvió a rosar el suelo cuando prendí la luz y sorprendí a mis manchitas de colores en cautiverio en una verdadera bacanal.

El frenesí era envidiable; carcajadas, brincos, gritos... era una fiesta salpicada de muchos colores por todos lados.

Jugaban a aventarse el contenido de mi frasco de besos que no he dado. El recipiente de vidrio rodaba vacilante por el suelo resbaloso (las manchitas cuando son felices, emanan una suerte de baba brillante y delgadita).

Caminé de puntas con mucho cuidado para no pisar a nadie.


Cuando notaron mi presencia, huyeron rápido a la habitación vacía.

Yo me quedé recogiendo mis besos y los guardé en el frasco.

Todos menos uno que ya se va.

Comida en casa

No acostumbro comer en casa, sin embargo, no pude dejar de pensar en mi frasco perdido y hoy regresé a medio día a sabotear el refrigerador y a seguir en la búsqueda del recipiente aquél lleno de ósculos surtidos.

Lo primero que hice fue buscar algo de comer. Un par de latas de atún, un poco de aderezo y un par de piezas de pan de caja fueron suficientes. Los acompañé con jugo de arándano.

Me senté en un sillón a devorar el alimento mientras pensaba en quién habría podido llevarse mi frasco.

Es muy extraño que quien haya sido, hubiera elegido apoderarse precisamente de un frasco a primera vista vacío. Y lo considero particularmente raro, debido a que hay al alcance de cualquiera otros objetos que pudieran parecer de mayor valor.

Una armónica, una guitarra, un televisor, una cámara fotográfica, un robot, fotos enmarcadas del hombre de barba blanca, en fin...

Volví a recorrer el lugar ya no en busca del recipiente, sino de algún indicio que me dejara saber, o al menos intuir, quién había sido el autor del hurto, para así ir cuanto antes a recuperar mis pertenencias.

No encontré nada.

domingo, 11 de abril de 2010

Frasquito Perdido

Todo parecía normal cuando llegué.

Los muebles estaban callados y las ventanas estóicas recibían los impactos diminutos y tupidos de las gotas que el cielo arrojaba entusiasta.

Me quité el saco mojado y lo aventé sobre la única silla del comedor.

La cara me sabía a lluvia.

Al prender la luz de mi habitación descubrí que el frasco donde guardo los besos que no he dado había desaparecido.



Mi mandíbula rosó el suelo.

Mis ojos, desesperados, querían brincar a buscar por todos lados mi frasquito de besos que no he dado.

Y es que ahí están todos. Hay besos mudos, besos decalzos, de sabores, con ruedas, presos, diminutos, gordos, traviesos, largos, escritos, dulces, brillantes, redondos, tronados, robados, cantados, de colores, mojados, tontos, viejos, cansados, viajeros...

Lo busqué sin éxito hasta entrada la noche.

Afortunadamente traía uno en el bolsillo de mi camisa y se acaba de ir presuroso a su destino.

martes, 6 de abril de 2010

Teléfono estéril

Estoy a menos de trece días de dejar la ciudad.

Necesito acomodar todo para que mi estancia en Mil Kilómetros al Norte no se distraiga regresando la cabeza para ver si todo está bien, o al menos igual...

Dejaré atrás (en estricto orden de no importancia):

Documentos, cuentas por cobrar, horarios, rutinas, cuentas por pagar, mis dos almohadas, un espejo sin reflejo, ruidos en la noche, fotos de callejones, un cuadrito verde en una azotea del centro, un árbol gordo que me cura, un fantasma, muchas tardes hermosas de tormenta, una sucursal bancaria, un cafetín con reloj de péndulo, un seven-eleven, muchos domingos de fútbol, una pesadilla recurrente, un asiento en el estadio, varias comidas familiares, una acuarela, una fiesta sorpresa, un vaso con agua sobre la mesa, una maleta vacía con destino a Nueva York y un estéril número telefónico al que nunca nadie ha llamado...