Así como pude llegar a pensar (natural y estúpidamente) que nunca más tendrá la capacidad de amar, he tenido también la temeraria y resquebrajante sensación de que no volveré a articular sensible e insensata palabra alguna.
La gran capacidad que tengo de sabotearme sin piedad y sublimarme días después, es tan asombrosa como desconcertante. Un día cualquiera puedo despertar sintiendo que soy parte indisoluble de un etéreo, amorfo e inefable universo en expansión cuyo cielo parece tan distante y atractivo que me es imposible no sentir que crezco junto con él.
Dos o tres lunas después, siento una repulsión abrumadora hacia todo. El cielo me parece extremadamente bajo y asfixiante, y mis poros comienzan a emitir un odio exacerbado hacia lo inmundo que me parece el mundo.
Por otro lado, y de manera irremediable, tengo momentos de sensatez e insensibilidad que me permiten (obligan) a hacer cosas por dinero.
domingo, 15 de mayo de 2011
miércoles, 11 de mayo de 2011
Sangre negra
Es particularmente extraño que durante varios meses haya tenido una necesidad asesina de escribir y al momento de sentarme a hacerlo, ése asesino ávido de sangre negra y caligráfica, háyase desvanecido una y otra vez.
Durante los cortos días y las noches aguadas e interminables que sucedieron mi partida, la sustancia gruesa, viscosa y pasional donde coexistían flotando mi cerebro, mi corazón y mis letras fue paulatinamente perdiendo cuerpo y mis tres esenciales partes se hundieron sin remedio.
Debo decir que fui asquerosamente indiferente. Observé impávido a esa trinidad aparentemente inerte en el fondo de mí y no hice nada por ella.
Mas no era el fin.
Con el poder que tienen las cosas naturales, implacables, absolutas, y (otra vez debo decir) ante una espesa pasividad vomitiva, fui retomado violentamente por esos tres fantasmas sedientos de venganza.
Mi corazón está hinchado, mi mente gorgorea y se ahoga en ideas que durante este tiempo se tuvo que tragar mientras las letras se acomodan solas.
Durante los cortos días y las noches aguadas e interminables que sucedieron mi partida, la sustancia gruesa, viscosa y pasional donde coexistían flotando mi cerebro, mi corazón y mis letras fue paulatinamente perdiendo cuerpo y mis tres esenciales partes se hundieron sin remedio.
Debo decir que fui asquerosamente indiferente. Observé impávido a esa trinidad aparentemente inerte en el fondo de mí y no hice nada por ella.
Mas no era el fin.
Con el poder que tienen las cosas naturales, implacables, absolutas, y (otra vez debo decir) ante una espesa pasividad vomitiva, fui retomado violentamente por esos tres fantasmas sedientos de venganza.
Mi corazón está hinchado, mi mente gorgorea y se ahoga en ideas que durante este tiempo se tuvo que tragar mientras las letras se acomodan solas.
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