Así como pude llegar a pensar (natural y estúpidamente) que nunca más tendrá la capacidad de amar, he tenido también la temeraria y resquebrajante sensación de que no volveré a articular sensible e insensata palabra alguna.
La gran capacidad que tengo de sabotearme sin piedad y sublimarme días después, es tan asombrosa como desconcertante. Un día cualquiera puedo despertar sintiendo que soy parte indisoluble de un etéreo, amorfo e inefable universo en expansión cuyo cielo parece tan distante y atractivo que me es imposible no sentir que crezco junto con él.
Dos o tres lunas después, siento una repulsión abrumadora hacia todo. El cielo me parece extremadamente bajo y asfixiante, y mis poros comienzan a emitir un odio exacerbado hacia lo inmundo que me parece el mundo.
Por otro lado, y de manera irremediable, tengo momentos de sensatez e insensibilidad que me permiten (obligan) a hacer cosas por dinero.
domingo, 15 de mayo de 2011
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