Es particularmente extraño que durante varios meses haya tenido una necesidad asesina de escribir y al momento de sentarme a hacerlo, ése asesino ávido de sangre negra y caligráfica, háyase desvanecido una y otra vez.
Durante los cortos días y las noches aguadas e interminables que sucedieron mi partida, la sustancia gruesa, viscosa y pasional donde coexistían flotando mi cerebro, mi corazón y mis letras fue paulatinamente perdiendo cuerpo y mis tres esenciales partes se hundieron sin remedio.
Debo decir que fui asquerosamente indiferente. Observé impávido a esa trinidad aparentemente inerte en el fondo de mí y no hice nada por ella.
Mas no era el fin.
Con el poder que tienen las cosas naturales, implacables, absolutas, y (otra vez debo decir) ante una espesa pasividad vomitiva, fui retomado violentamente por esos tres fantasmas sedientos de venganza.
Mi corazón está hinchado, mi mente gorgorea y se ahoga en ideas que durante este tiempo se tuvo que tragar mientras las letras se acomodan solas.
miércoles, 11 de mayo de 2011
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