Hoy por ejemplo, fui capaz de levantarme sin sentir que mi cabeza recién cercenada se quedaba en la almohada.
El corazón empero, sigue yaciendo a la mitad de mi cama casi muerto, sólo lo recupero cuando regreso a dormir y me acuesto y cierro los ojos. Le recito poesía maldita y robada para no dejarlo morir. Es la única manera, pues el vaso de agua de colores donde solía recuperarse, ahora tiene moscas y apesta a despecho.
Las cabezas suelen caer cortadas a manos de verdugos sin capucha que las miran a los ojos...
a menudo lo merecen y ruedan valientes su castigo.
Pero los corazones no nacieron para ser enjuiciados ni pinchados con agujas de vudú.
He dejado de escuchar a la gente, a la gente que habla sin sentido y sin sentir lo que yo siento, a los oídos sordos que gustan de finales felices, a los entes que desean el bien pero ignoran al diablo desnudo que camina y nos acecha entre las calles de la misma ciudad que nos cobija a todos.
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