lunes, 17 de noviembre de 2008

Antes que nada...

Lo difícil de escribir, no radica en lograr una correcta articulación de palabras que generen sensaciones. Mucho menos en lograr exquisitez en el ejercicio mismo (es más, eso nadie debería siquiera intentarlo). Lo realmente complicado es la supuesta desnudez del alma que los demás perciben. Los que escribimos de vez en cuando, lo hacemos (contrario a los que escriben por profesión o disciplina) porque una semilla seca que alguna vez se postró silenciosamente en nuestra infértil tierra gris, milagrosamente germina y asoma una tímida y pequeña hoja muy verde que grita algo, con una voz pequeñita que apenas nosotros mismos alcanzamos a escuchar. Este accidente puede ocurrir por muchas causas, casi siempre completamente ajenas a la vida que llevamos por obligación e instinto de supervivencia física. Generalmente, en un mecanismo de supervivencia espiritual, los escribas sin talento estamos hundidos en pensamientos insanos que devienen de música de locos, películas obscuras, encabezados de periódicos amarillistas, poesía de autores irreconocidos e irreconocibles, páginas web sin letras, basura divertida y un sin fín de tarugadas que nada tienen que ver con nuestra infancia, compañeros de trabajo, amigos, novia, padres, hermanos o perro. Es por eso que QUEDA ESTRICTAMENTE PROHIBIDO RELACIONAR LAS LETRAS QUE ESCRIBO CON MI VIDA Y MI VIDA CON LAS LETRAS QUE DESCRIBEN TODO MENOS MI VIDA.