jueves, 16 de marzo de 2017

El sabor de la puta vida

EL SABOR DE LA PUTA VIDA
Hace 38 días salimos de México, o hace 38 días llegamos a Canadá, da igual.
Escribo porque puedo, porque a pesar de que estamos a 4 mil 577 kilómetros del ultimo lugar al que pudimos llamar hogar, Alicia, la Loquita y yo nos encontramos cómodamente instalados en un adorable apartamento que nos ha puesto a salvo de temperaturas inimaginables para nuestra cultura Lagunero-Chilanga.

Vivimos un tiempo onírico. Estoy seguro que en un par de años, Cecilia y yo recordaremos estos días como un sueño extraño, en el que la impotencia y el amor de la gente que nos ha recibido aquí, nos deja un sabor agridulce en la boca al despertar. Como cuando sueñas que puedes volar pero solamente a 10 centímetros del suelo. Por un lado eres el cabrón mas feliz del mundo y por el otro lado estas cagado de coraje. El sabor de la puta vida.

Son las 23:06, tal vez tenga que cambiar el número en la primera línea de este texto. Sólo tal vez, todo depende de la hora a la que termine de teclear. Tecleo por necesidad.

Técnicamente, todo empezó hace unas cuantas horas. Cecilia y yo habíamos tenido una de esas mini peleas que se han hecho tan frecuentes entre nosotros durante el último mes.

Antes de las 8 de la noche, Alicia ya estaba acostada y soñando. Cosa extraña, porque la vorágine en la que nos hemos visto envueltos tratando de adecuarnos a nuevos horarios y estilos de comida no son poca cosa.

La rutina de Minipig por ejemplo, que Cecilia tenía medida con cronómetro y que consistía en despertarse temprano, desayunar, prepararse para ir a su clase de natación o de estimulación, regresar a casa y tomar una siesta, despertar alrededor de las 3 de la tarde a comer para luego salir al jardín y esperar a que su papá llegara a la casa alrededor de las 5 y media para jugar y dar vueltas, bañarse e irse a la cama, se ha transformado en un licuado de actividades y tiempos que muy pocas veces tiene buen sabor.

Sé que este batido grumoso de ingredientes extraños es, en gran parte, la razón por la que en estos días, la loquita y yo nos hemos mandado al carajo a la menor provocación. El sabor de la puta vida.

En fin, regreso al origen de todo esto. A las 8 Alicia ya estaba dormida, la Loquita estaba tirada en el sofá, enojada conmigo y con la mirada clavada en el iPad. Yo me hice bolita en un cómodo reposet justo frente a ella y me puse a brincar entre Whatsapp, Twitter y Facebook hasta quedarme dormido.

Una hora después, entre sueños escuché a Minipig llorando y pidiendo que papá la cargara. Abrí los ojos y Cecilia ya no estaba en el sofá, la descubrí en la recámara tratando de regresar a Alicia a su sueño mediante el clásico shh shh shh pero su esfuerzo, aunque loable, era inútil.

Levanté a Minipig medio dormida y se hizo bolita en mis brazos. Acomodó sus manitas entre su panza y la mía, se limpio los mocos en mi pijama y me pidió que le contara un cuento de ñañas*, así que le susurré una historia que inventamos entre los dos desde tiempos inmemoriales (considerando que tiene 20 meses de vida).

Todo era penumbra.

"Había una vez, una ñaña a la que le gustaba hacer tatís**. Un día un señor la vio en su jardín y se dio cuenta de que era muy buena para hacer tatís y se acercó para decirle:
-- Ñaña, ¿quieres trabajar en mi fábrica de tatís?
--No. -Le dijo la ñaña-…"

Apenas había arrancado el cuento y Minipig ya estaba roncando. Sus 10 kilos de peso descansaban en mi barriga. Metí mi nariz en su nuca y sin más comencé a llorar. En medio segundo, caí en cuenta de que Cecilia, quien yo suponía que estaba dormida a un metro de nosotros, alguna vez fue una bebé como la mía, y despertaba en las noches buscando compañía, y se acurrucó en los brazos de su papá que estuvo ahí y la cuidó. Y pensé irremediablemente en mi muerte, y deseé con todas mi fuerzas que cuando yo no esté, haya alguien a un lado mi niña y la abrace y le haga sentir que no está sola y que se pueda quedar dormida y roncar abrazando a alguien. Sentí también la imperiosa necesidad de besar a mi esposa y recordarle que voy a estar a su lado siempre.

Acosté a Minipig. Rodeé la cama, a tientas encontré la cara de Cecilia y la besé. Descansa, me dijo.

Hace mucho que no bebía lágrimas. El sabor de la puta vida.

*Ñaña: Araña.
**Tatís: Tortillas.