viernes, 20 de marzo de 2009

El Moro



No imaginé nunca verme puesto en una situación así. Contando segundos con la mirada fija en un grano de azúcar muy cuadrado, casi perfecto. Diferente, grande, hipnotizante y transparente, pirrado a un cuerpo curvo que de no ser porque parecía que lo habían arado, sería como una salchicha un poco más larga de lo normal, escarchada, como el tiempo que ocurre mientras pienso en la procedencia de este cubo cristalino, más grande que los otros y también diminuto.

Los demás cubitos me miran contemplarlo, seguramente envidiosos, curiosos por saber qué es lo que mantiene mi mirada amarrada a su simil diferente. “-¿En qué radica la atención obsesiva que le tienen a este?-”, dirán entre ellos. “-Mira sus ojos, están fijos como los de un muerto-”, comentarán intrigados refiriéndose a mi, a mis ojos clavados, a mi cabeza recostada en la mesita donde hasta hace un tiempito, tomaba chocolate caliente de una taza blanca pegajosa y harta de espuma.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que el granito perfecto de azúcar se postró delante de mí para no dejarme volver la mirada a otro lado, para no dejarme oir nada, para no poderme mover ni un ápice, paradarme cuenta de que mi mente vacía experimenta el insufrible impulso de gritar todas las ideas de las que carece.

Lentamente estoy dejando de pensar.


miércoles, 18 de marzo de 2009

También

Ya entrado en la introspección para encontrar a mis amos, me di cuenta de que también soy esclavo de:

Las camisas sin planchar, la informalidad, de los frijoles, del agua caliente, de una sombrita en el césped, de los perros, de Hombrecito Lobo, de la comida quemada, de la machaca, de las juergas con puros hombres, de que se me acabe el puto gas, de la crema de elote, de masticar pedacitos de plástico, de los paletones corona, de desmadrar celulares, de las tortillas de harina caseras, de llorar con el pinche final de Le Cercle parfait, del pan con mantequilla, sal y pimienta, de las Kärcher, de mi estreñimiento, de las pecas por el sol...

...CONTINUARÁ.

lunes, 16 de marzo de 2009

Servilismo total

Caminaba por ahí. Fumando, pensando, ¿por qué siento que traigo una pesada culpa cargando en la mochila? ¿por qué todo el tiempo estoy trantando de ser de equis manera? ¿por qué no me voy a escupirles a los carros rojos desde un puente? (deveras me gustaba hacerlo hace tiempo).

Caí en cuenta de que, de un tiempo a acá, he vivido huyendo de lo que consideraba "expresiones mustias de esclavitud cotidiana" (qué pinche risa).

Estoy perfectamente bien siendo esclavo de la Cabeza de Huevo, de la coca-cola, de patear un balón, de escribir, de mi frente amplia, de mis tenis apestosos, de mis amigos, de mi familia, de mi revista independente muerta, de mi nostalgia, de mis ganas de viajar a donde sea, del café sin azúcar, del rastrillo, de la ciudad, de las caricaturas, de mis ansias eternas, de tomar fotos, del vino, de mi ropa sucia, de mis libros re-leídos, de verl el cielo, de mis ganas de dibujar, de los árboles gordos, de mi güeva infinita, de mis ganas de dormir después de comer, de mi computadora, de fumar mientras manejo en la carretera, de portarme como niño cuando estoy con el Negro, de la cerveza, de mi estupidez, del sexo, de mis pobreza, de la música, de mi cepillo de dientes, de mi oficina, de los chocolates, de mi tobillo torcido, de mis impulsos comsumistas, de mis sueños absurdos donde puedo volar a 15 centímetros del suelo.

Entonces soy felíz, porque puedo decidir de qué ser esclavo y ser totalmente servil.

domingo, 15 de marzo de 2009

Mujeres que generan empleos

Muchas veces he sido cuestionado sobre mi permanente tedio y animadversión por la vida social, he sido tachado de insurrecto, mal nacido, mamón, soberbio, intolerante y las más de las veces de pendejo.

(¿Se puede ser de otra manera?)

Un amigo de Lisboa me ha ensañado que mi corazón palpita porque no tiene consciencia, y que si pudiese pensar se detendría. Nada hay más cierto.

Acabo de bajarme del Tren.

Camino por una avenida de Chihuahua con mi marlboro rojo humenado entre mis dedos. Con el frío sabe diferente, lo tiro a la mitad y recojo del suelo un cuadernillo doblado y sucio color café cuyo título hace referencia a las mujeres muertas del estado.

La primer página anuncia rimbombante, orgullosa y estúpidamente:

"292 feminicidios resueltos de 1993 a 2008".

En la misma página, acompañan a los "logros del gobierno", gráficos y leyendas que hacen referencia al "trabajo realizado", al "cumplimiento de los objetivos".

No sé si reir, llorar o cambiarme de sexo y darme un tiro para seguirles dando trabajo a estos pendejos.

Aviento el panfleto a la chingada.

Voy de vuelta al D.F.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Abrazos Gordos

Comienzo a salir de mi letargo. Hay veces que no es necesario más que cortarse un dedo y recordar que el dolor físico existe. A veces con el sólo hecho de volver a reconocer el sabor del vino o la cerveza como exquisitos, regreso y entiendo que hay algo más allá de los 40 centímetros de circunferencia que conformaban mi universo inmediato.

Hoy volví a asomar la cabeza al mundo, poco a poco.

Pude ver (emocionado) periódicos con encabezados chistosos, personas tirando penaltis, aros de cebolla escurriendo aceite, un salero casi vacío, un pimentero lleno, trapos sucios embarrando mugre en mesas cubiertas de plástico, paletas chupadas en el piso con dos largas filas de hormigas (una de ida y una de vuelta), gruñones manejando autos viejos, pendejos manejando autos nuevos, niños levantando faldas, niñas cagándose de risa de esos niños, novios trenzados, un tenedor chueco, una fuente con agua verde, edificios viejos y hermosos con ventanas que me invitaban a liberar al voyeur.

Ya en la calle, compré una coca de lata y disfruté su color rojo empañado, disfruté el cliché de abrirla y esbozar una sonrisa al escuchar el "psssst!!" para después darle un trago largo y retozar al final durante un segundo y seguir caminando como si me hubieran dado la mejor noticia imaginada.

Hoy volví a sentir la hermosa sensación de abrazar un árbol gordo.

martes, 10 de marzo de 2009

Distancia entre las estrellas y mi cabeza

Sigo arrastrando la resaca de haber creído que me había encontrado. Sigo fumándome la vida con la misma cara atónita, perfecta pintura de idiotez. Mi conocimiento se reduce a una vaga idea de la distancia que hay entre las estrellas y mi cabeza. Nada es totalmente cierto, nada ni nadie se demuestra como verdad. Otra vez me topo con la misma idea bastarda de que la vida carece de sentido, de esencia. Entonces me descubro absurdo… pendejo. Buscando magnificencia en donde, durante décadas, no he encontrado más que migas de conciencia humana y mucha mierda para retozar.

sábado, 7 de marzo de 2009

Fumando y con la nariz rota


Patéticamente estoy fumando otra vez. Y es que no se puede tenerlo todo. Cuando encuentro una buna razón para dejar de hacer algo, me descalabran cien razones más para seguir haciéndolo. Soy cobarde. Huyo de todo lo que no me place, le saco la vuelta a los disgustos inherentes a una vida feliz, pero cuando me alejo corriendo, tropiezo y me ropo la nariz.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Bocados de ira

No debe ser bueno tragarse la ira. Además de su sabor desagradable, duro y seco, se siente como un gran pedazo de hule que no cabe en el tórax. Estorba. Sería más fácil transpirarla o escupirla a donde no haya nadie, a donde no haya materia orgánica que corroer o almas que salpicar.

Me acabo de tragar un buen bocado de ira gracias a mi maldita y absurda premisa de no convertir mi vida social en una trinchera, la guerra se lleva a cabo por dentro.
Difícil es fingir estabilidad en todos los sentidos cuando éstos se encuentran ocupados en una cruenta batalla entre sí. Cada uno de ellos está convencido de que su lucha es auténtica y sus ideales justifican la destrucción del campo de batalla y la impiadosa aniquilación del enemigo. (¿?)

Es casi imposible tomar parte.

Cada batalla ganada o perdida de cada uno de los protagonistas de esta guerra que erosiona mis entrañas siembra una semilla más de confusión, semilla que no necesita agua ni un terreno bondadoso donde crecer, y se esparce como hiedra con espinas que se desprenden a la menor provocación y se expanden en la carne viva para germinar una y otra vez y así cubrirme todo por dentro.

Por fuera sigo siendo un pedazo de plástico que respira y se aferra a las cosas que les gustan a los Cronopios aunque haya muchos Famas deambulando al rededor.

El Último

Me acabo de fumar mi último cigarro. Salí a comprar una cajetilla de Faros. Era de metal, muy bonita, ya no son sin filtro y no saben igual, tampoco llevan papel arroz. Ya no vale la pena chuparlos antes.

Prendí mi último cigarro y tiré por la ventana del coche la cajita de metal con diecinueve churros adentro mientras pensaba en la vida que llevo, en la que quisiera llevar, en la que nunca voy a llevar y en otras tantas que no venían al caso.

También me compré una coca de lata, esa no creo poder dejarla por el momento.

lunes, 2 de marzo de 2009

No sé dibujar

No sé si quien lee haya sentido alguna vez lo que yo siento al escribir lo que escribo cuando siento que no estoy.

El maldito tiempo pasa, corre, se va. Veo como todos andan su camino sin voltear a ningún lado, y trabajan y se enferman y se curan, y repiten sus ciclos con gusto. Es más, festejan cada vez que se percatan de que van por el camino correcto y pretrazado que la vida les marca. ¿La vida?, ¡La vida no existe!, la vida no es, la vida no tiene ni puta pizca de escencia.

Cada ente que anda por ahí, yendo y viniendo sin saber a donde, es menos, sin saber que va y viene, concibe su vida como le enseñaron a concebirla, y en el mejor de los casos pretende acomodarla como mejor le conviene, pero se engaña, dibuja un paisaje que nadie más ve y le gusta creer que los demás no sólo lo perciben, sino lo interpretan igual.
Bendita y maldita la hora en que me di cuenta de que mi dibujo de vida no existe, el momento en que me percaté de que era una pendejada mía.

Y ahora que me asomo por la rendija que se presenta ante la ausencia del placebo imaginario que era esa percepción ególatra del mundo, descubro un desmadre de dibujos diferentes delante de la cara de cada alguien. Grandes, diminutos, medianos, de colores, negros, incoloros... quisiera con todos ellos construir uno para mi, tomar lo rescatable de cada uno, o lo menos decadente, pero estoy tan cansado de intentar, de tratar de fingir que entiendo las cosas, que no me queda más que mirar y seguir vomitando letras que tal vez no quepan en el paisaje de nadie.