lunes, 3 de marzo de 2014

Ateo Bendecido

Abrí los ojos, muy a mi pesar y de manera prematura, antes de las 11:00 am. Eso es muy temprano si consideramos que me acosté a dormir a las 5:27 am. Con la mirada todavía sosa y ladeada, me quedé contemplando lo primero que vi al separar mis pestañas recién desenmarañadas.

La visión era un tanto cenicienta debido a la intensa luz que tapizaba el fondo y que, inclemente, desprendía una suerte de polvo amarillento y grisáceo que flotaba en toda la habitación.

En fin, tenía el cabello desacomodado, con formas curvas intransigentes que parecía no darían tregua jamás. Estaba "greñuda" como suele decirse a sí misma cuando se ve al espejo y tiene cuatro pelos fuera de su lugar. Me gustaría despertarla para decirle que corra a mirarse al baño y mostrarle lo que la palabra "greñuda" significa. No había rimel en sus pestañas rebeldes, los labios no estaban resaltados con ningún tipo de brillo ni color artificial, simplemente era una cara expuesta tal y como era, si acaso adornada por una pequeña carretera de saliva seca que conducía de la comisura de los labios hacia un túnel que se formaba entre el mentón y la almohada y desembocaba quién sabe en qué lugar.

La imagen era simplemente indescriptible. Intenté traducirla al castellano y me percaté de que no me alcanza el coeficiente ni tengo habilidades léxico-gramáticas necesarias para hacerlo.

Lo único que me pude atrever a escribir, antes de que sus ronquidos se interrumpieran y me pillara con el celular en la mano para después recordarme de manera sutil que estoy enfermo de "nomofilia", es que, aún a pesar de mi ateísmo consumado, el hecho de poder repetir de manera incesante este divino ejercicio de contemplación todas las mañanas, me hace sentir infinitamente bendecido.