martes, 19 de junio de 2012

Eclosión impostergable. (perdón por no avisar)


Ya no creo, estoy seguro de que no me había decidido a escribir debido a que en mis entrañas corría una vorágine de asco, malestar y vergüenza que hoy expelo a manera de licuado escrito.

Y, ¿qué factores aportaron los ingredientes del vomitivo brebaje ontológico?

Me lo pregunté desesperado un sin fin de veces al contemplarme inevitablemente como esa crisálida que albergaba sentimientos tan abyectos como tangibles, y que al mezclarse de manera tan violenta configuraban magnificencia y  sentidos superlativos.

Evidentemente no podía responderme. La masa densa y ocre que rellenaba los huecos detrás de mis ojos fue infalible.

Hoy acabo de reventar en medio de una multitud. Mi multitud circundante. Amigos, conocidos, socios, clientes, amantes.

No sé si afortunada o des afortunadamente, nadie se percató del estallido. Todos desfilan indiferentes, ejerciendo su fútil cotidianidad, salpicados de la pus amarillenta que mi alma no pudo contener por más tiempo ni en mayor cantidad.

Ya vacío, me entero de que  mi multitud circundante es mustia responsable de haberme ido llenando de sentimientos e ideas parásitas reptiles que se escabulleron debajo de mi piel durante mucho tiempo.

No los culpo, los responsabilizo.

Culpable yo, por haberlos escuchado. Por haberlos legitimado.

¡Culpable yo!, por no haberles gritado en el momento preciso que se fueran con sus pendejos egos a joder a alguien más; ¡Que no me interesa si son expertos en cuajar banalidades!; ¡Que no me importa una migaja de mierda la opinión que sobre mí emita su pobre percepción del universo!; ¡Que me desolla el alma respetar tanto su inmundicia existencial!

Quédense con su pinche mundo, que yo me voy a ser feliz en esa realidad alterna que ustedes llaman mediocridad.