viernes, 30 de noviembre de 2012

No me alcanzo


Últimamente se ha ido filtrando por los pequeños espacios que seguramente existen entre mis átomos, una buena dosis de dificultad en el ejercicio de la introspección.

Lo que antes era cotidiano y fluido, hoy es una verdadera extrañeza.

Y como si ello no representara ya un sopor insoportable, las letras que escribo han venido sufriendo una invasión similar. Les cuesta mucho esfuerzo asomarse a respirar sobre la superficie de mi alma.

Supongo que se ha vuelto densa la sustancia que me significa internamente.

O me he ido alejando sistemática y minuciosamente de mí mismo y, cuando necesito abrazarme, debo recorren cada vez un camino más largo.

Tal vez me esté cansando de perseguirme.

viernes, 31 de agosto de 2012

El gato con bigotes que se usaban como cuerdas de guitarra

Como en todos los sueños, había situaciones y personajes cuya presencia es inexplicable o injustificable. Flotan sobre el suelo lagunas de información que deforman la experiencia y la legitiman justo como eso, como un sueño. No cometeré la osadía de tratar de comprender nada ni de llenar vacíos con supuestos. Lo escribo pues, antes de que se disuelva por completo.

Estaba parado frente a una casa que nunca en mi vida había visto y que al mismo tiempo me era completamente familiar. Podría decir que sentía por ella una suerte de cariño despistado. Era lúgubre, parecía que me observaba anteponiendo las cornisas de sus ventanas a manera de cejas. Emitía sonidos casi inaudibles que pintaban el ambiente con tonalidades ocres. Todo se sentía muy actual y acogedoramente opaco.

En la casa vivían Alicia y el Jardinero del Aire. Ella, salió a recibirme ataviada con un espíritu maternal casi trasparente y espeso que acentuaba su sonrisa perenne y su belleza natural.

-El Jardinero del aire está en su jardín, arriba en la azotea-. Me dijo no sé si a manera de disculpa o invitándome a subir a saludarlo al Jardín aéreo.

Entré a la casona y me senté en un sillón viejo cuyo tapiz me hacía pensar que habían desbaratado muchas bolsitas de té usadas y esparcido la hojarasca muerta y húmeda sobre el.  -Mi papá te está esperando. Dijo Alicia. Yo, que conocía muy bien al General, sabía que me recibiría con un buen trago y carne que había salado y secado él mismo en el jardín.

-Joaquina viene tarde. Dije.-La playa está muy lejos y hace rato pude ver que aún seguía tomando fotos al mar-.

-¡Ah, viene Joaquina!-

-Sí, o al menos eso leí en su diario.- Repuse.

Sonaron tres detonaciones de arma de fuego. Muy cerca y muy fuerte, vibraron casi hasta romperse las copas de cristal que colgaban disparejas en el recibidor.

-Es mi papá, que ya sabe que estás aquí.- Intentó calmarme Alicia.

Di un paso atrás y giré todo mi cuerpo para ver el cuadro donde estaba retratada la familia, para distraerme, para no pensar en los balazos. Al regresar el cuerpo me encontré dentro de una camioneta cuyas ventanillas circulares, como de camarote de barco, dejaban pasar muy poca luz y el ambiente ocre de la casa se replicaba a la perfección.

Ahí estaba, dentro de la camioneta, de pie, junto al Jardinero del Aire, Alicia y Joaquina.

"Ya vamos tarde", comentaban entre ellos como si yo no estuviera ahí.

-¡Hey! ¿Quién maneja la camioneta?.- Preguntaba yo con insistencia. Pero nadie me contestaba. Los tres reían y me invitaban a sentarme a beber vino en platos de sopa.

Un gato con bigotes tan largos que cuerveaban hasta el suelo, caminaba sobre los hombros y las cabezas de los tres mientras yo me asomaba por una de las ventanillas circulares y veía un mar muy azul resguardado por riscos afilados y extendidos.

-Ya vamos tarde.- Decía Alicia insistentemente al conductor, que en ese momento supe, se trataba de su padre el General, que con una sonrisa igual de seductora que la de Alicia nos aseguraba que llegaríamos a tiempo. Yo no sabía a dónde y no me interesaba.

El Jardinero del aire me explicaba que las cuerdas de una guitarra podían  ser sustituidas por los bigotes largos y gruesos del gato que andaba sigiloso y desfachatado por los hombros de la gente.

-Es cosa de saber qué bigote quitarle para que dé el tono.-

-¡No lo puedo creer!.- Decía yo sin poder parar de reír.

Joaquina tomó al gato. Lo acomodó en su regazo y comenzó a tocar una canción que todos conocíamos.

Alicia cantaba y la acompañaba con sus palmas. El Jardinero fumaba. Yo comencé a cantar.






martes, 19 de junio de 2012

Eclosión impostergable. (perdón por no avisar)


Ya no creo, estoy seguro de que no me había decidido a escribir debido a que en mis entrañas corría una vorágine de asco, malestar y vergüenza que hoy expelo a manera de licuado escrito.

Y, ¿qué factores aportaron los ingredientes del vomitivo brebaje ontológico?

Me lo pregunté desesperado un sin fin de veces al contemplarme inevitablemente como esa crisálida que albergaba sentimientos tan abyectos como tangibles, y que al mezclarse de manera tan violenta configuraban magnificencia y  sentidos superlativos.

Evidentemente no podía responderme. La masa densa y ocre que rellenaba los huecos detrás de mis ojos fue infalible.

Hoy acabo de reventar en medio de una multitud. Mi multitud circundante. Amigos, conocidos, socios, clientes, amantes.

No sé si afortunada o des afortunadamente, nadie se percató del estallido. Todos desfilan indiferentes, ejerciendo su fútil cotidianidad, salpicados de la pus amarillenta que mi alma no pudo contener por más tiempo ni en mayor cantidad.

Ya vacío, me entero de que  mi multitud circundante es mustia responsable de haberme ido llenando de sentimientos e ideas parásitas reptiles que se escabulleron debajo de mi piel durante mucho tiempo.

No los culpo, los responsabilizo.

Culpable yo, por haberlos escuchado. Por haberlos legitimado.

¡Culpable yo!, por no haberles gritado en el momento preciso que se fueran con sus pendejos egos a joder a alguien más; ¡Que no me interesa si son expertos en cuajar banalidades!; ¡Que no me importa una migaja de mierda la opinión que sobre mí emita su pobre percepción del universo!; ¡Que me desolla el alma respetar tanto su inmundicia existencial!

Quédense con su pinche mundo, que yo me voy a ser feliz en esa realidad alterna que ustedes llaman mediocridad.

viernes, 2 de marzo de 2012

Desayuno

Disimulo el hambre con una espesa y sórdida necesidad de cafeína.

Es más fácil y barato sorber café que embutirme un cliché con huevos, jugo y fruta.

Además el café de los restaurantes cercanos suele ser aguado e insípido, igual que los cuerpos y las mentes de las camareras.


domingo, 12 de febrero de 2012

Déficit de atención

La vida caminó sorda junto a mi,

muda también.

Pretendió pasar deliciosamente desapercibida.

Sin embargo, nunca me engañó....

percibí en todo momento la frágil y tibia sensación de su presencia,

escuché sus pasos sigilosos,
su respiración contenida,

imaginé sus ojos alertas y embusteros.

Simplemente no me dio la gana prestarle atención alguna.