martes, 29 de diciembre de 2009

Esta noche

Esta noche, tengo licencia para maldecir a la vida.

Esta noche, quise detenerme a beber y terminé con la boca seca gritando que todo está mal.

Esta noche, comprendí que el destino puede crecer tan torcido como la vida.

Esta noche, descubrí que la vida escribe con siniestra y sin voltear.

Esta noche, tengo licencia para estar triste y al final pensar que todo está bien.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Mirar mirar

Por segunda noche consecutiva, las manchitas de colores en cautiverio estuvieron mirando fijamente un tubo cobrizo y brillante postrado sobre la mesa vieja y rayada de la estancia.

Miré a las manchitas mirar el tubo durante mucho rato también.

Su curiosidad es verdaderamente divertida.

martes, 22 de diciembre de 2009

Espera anual

Mi nata y casi patética paciencia aunada a las vocecitas pueriles de las manchitas de colores en cautiverio que juegan sin darse cuenta de la situación, han sido claves para no diluirme en la locura de este aguardar silente.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Hasta aquí

Hasta donde yo sé, la natural y malagradecida relación entre mi cuerpo y mi alma, coexiste en el mismo plano en el que Tiempo y Espacio aprendieron a no destruirse.

Hasta donde yo sé, mi mente es parte de mi cuerpo, mientras el corazón se aparta y desvanece en las entrañas de un alma espesa e ignorante.

Hasta donde yo sé, Cerca y Lejos siempre han sido vecinos en la desgastada calle del drama pasional.

Quiero seguir el ejemplo de los lugares más lejanos y los tiempos más remotos que han contado historias sin finales previamente escritos.

martes, 15 de diciembre de 2009

Olor a Ron

Esta mañana sorprendí al cielo en plena crisis de identidad.

Se revolcaba entre colores pálidos divididos por una delgada y poderosa línea brillante de sol que, desafortunadamente, evitaba que todo terminara en una bella estampa embarrada de tonos azules y rosados mezclados por un marrón benévolo y complaciente con olor a ron barato.

Me quedé dormido mientras contemplaba la batalla y soñé que ganabas tu.


viernes, 11 de diciembre de 2009

Sol Vainilla

Esta mañana me he atrevido a ponerle azúcar al café y le dí permiso al cansado sol de invierno de entrar hasta donde su halo quisiera llegar.

Sólo abrí la ventana y lo dejé pasar.

Me he entretenido contemplando las micropartículas de polvo que su luz de vainilla descubre a la vista de cualquiera. Les hablo de mis manchitas de colores en cautiverio y se alteran con mi voz.

Mientras abro la boca para probar el sabor de la luz y me como algunas micropartículas de polvo, pienso en lo felices que serían mis manchitas de colores si pudieran estar aquí conmigo.

sábado, 5 de diciembre de 2009

No puedo escribir.

martes, 20 de octubre de 2009

Belleza tácita

No hay foto que tomar mientras no existan unos ojos capaces de redefinir al objeto en cuestión. Puede tratarse de cualquier cosa, lo importante es atreverse a descubrir y denunciar con una imagen la belleza tácita que todo guarda.

Un feto humano cubierto con formol metido en un frasco de cristal, las pestañas interminables de una mujer vacía, el reflejo de una casa en el agua podrida de una fuente, una construcción, una ciudad, un río sin chiste, una sensación, un grito de odio, un par de senos, una cara convexa y deforme, un bote abandonado, un zapato bien boleado, un cuerpo cotidianamente desmenuzado por estudiantes en una escuela de medicina. Todo puede ser convertido en placer visual, sólo basta una cámara fotográfica y un par de ojos que en cada pestañeo se lubriquen con imprudencia, locura y sensibilidad, para así despojar a la vida de su nauseabunda ordinariedad anteponiendo la belleza tácita que todo guarda.

Corro incesante y sin voltear en sentido opuesto a la estética ordinaria, a las frases hechas, huyo de las técnicas depuradas, de las teorías de la imagen, en fin, de todo lo que pretenda coartar la necesidad ontológica de detenerme en cualquier lugar y hacer una foto sin importar nada, por el puro placer de contemplar la belleza tácita que todo guarda.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Trinchera inútil

Antes que otra cosa, ofrezco una disculpa por las erratas que se podrán encontrar delante. No las señalo específicamente, debido a que no tengo idea de cuáles vayan a ser.

Estoy escondido. Agazapado en el espacio que se guarda entre mi cama y la pared. Trato de no hacer el más mínimo ruido al teclear. Mas presiento que no tardan en encontrarme. Escucho un bullicio diminuto que se acerca.

He estado tratando de escribir (como siempre) sobre mis traumas y malformaciones mentales, pero durante más de una hora, no he podido hilar más de tres ideas antes de que las manchitas de colores en cautiverio salten al teclado de mi ordenador o se aglutinen en la pantalla y jueguen a no dejarme ver lo que escrib-y-o

hoy,, amaneció el tarro del azúcar tirado bajola mesita de madera de la estancia completamente vqcío. No quedó hi un sglo grano a la vista.¨*!
Alguna vez había pensado,%&/¿qué pasaría si mis partículas de colores en cautiverio tuvieran una crisis de euforia incontenible==)?

He aqupi..la respuestasa...°°!1

martes, 8 de septiembre de 2009

Para mañana

A las diez con siete no he salido de casa.

La mañana es perfecta. Gris, fría y con una fina cortina de lluvia constante y errante.

Mis partículas de colores en cautiverio se quedaron en el hueco que se hace sobre el cobertor entre mis piernas viendo el televisor toda la noche, lo que me provocó la particular, repetitiva y sui géneris pesadilla de ser parte de algunos infomerciales*.

Sonó el despertador. Lo apagué cuatro veces y decidí que hoy voy a disfrutar de la hermosa mañana en pijama, tomando café y con la nariz pegada a la ventana.

Dejaré para mañana las cosas que pude pero no quise hacer hoy.

* A las partículas de colores les gusta ver el televisor por los colores y el sonido, no son fanáticas de los infomerciales en sí.

martes, 25 de agosto de 2009

Corazón en Agua

Tengo el corazón metido en un vaso con agua sobre la mesa.

Está en agua para evitar que se marchite ya que, de un día para otro, amaneció raro, como seco, casi muerto.

Debe ser porque un ventarrón de incertidumbre mal habida recorrió hace unos días mi ciudad y yo andaba por la calle descubierto.

Las manchitas de colores en cautiverio se amontonan curiosas alrededor del vaso.

Parece que les preocupa, pues se han organizado en turnos de 12 horas para vigilarlo y hablan con él todo el tiempo.

No logro escuchar qué le dicen porque le susurran con sus vocecitas pegadas al vidrio trasparente, sólo alcanzo a ver una suerte de vaho brillante que dejan cuando se separan de el.

No ha mejorado nada desde que lo descubrí desangrado, pero tampoco ha empeorado.

jueves, 6 de agosto de 2009

El Origen (y futuro) Atómico de las Cosas

Desde hace muchos años (casi todos los que puedo recordar) he sentido gran curiosidad por saber cuál es el origen de las cosas que veo, poseo o deseo.

Partiendo de la idea de que la materia no se crea ni destruye, y de que unidad mínima de la materia es el átomo, me pica el cerebro el poder saber en dónde estaban hace cien años los átomos que ahora forman la vieja mesa de mi estancia, la cerveza caliente de la botella casi vacía, la playera decolorada que me cubre o la pantalla de la computadora en la que ahora escribo.

¿En dónde estaban esos átomos hace cien millones de años? ¿De qué eran parte? ¿De un animal? ¿De una planta? ¿De un volcán? ¿De un micro organismo marino? ¿Habrá algún registro o suerte de memoria codificada en los átomos que nos permita saberlo? ¿Seremos capaces algún día de descifrarlo?

¿Y qué pasará con mis átomos cuando me pudra bajo la tierra?

Tal vez cuando me reintegre a la tierra algunos de mis átomos formen una molécula que forme parte de una proteína que alimente una planta y se convierta en una papa que será consumida por un animal y termine otra vez como excremento de vuelta a la tierra para después pasar por un ciclo parecido y me convierta en el esperma de un homo sapiens que se masturba en un zoológico futurista frente a cientos de seres pertenecientes a lo que será el siguiente escalón evolutivo.

martes, 4 de agosto de 2009

Normal

Hace un par de días me sorprendí al levantarme por la mañana y ver a las manchitas de colores haciendo en la estancia de mi apartamento una formación casi militar. Caminaban juntitas conservando un espacio milimétrico y exacto entre ellas.

De un lado a otro iban y venían, parecía que estaban vigilando celosamente su espacio, y antes de chocar con un muro o una silla daban vuelta muy ordenadas y sin romper la formación.

Intenté pasar a la cocina y formaditas, muy serias, me impidieron el paso. Quedé inmóvil durante casi cuarenta segundos, que utilizaron para dar vueltas al rededor de mis pies descalzos y decidir que "estaba limpio".

Pude seguir caminando cuando abrieron un surco justo a la mitad de su rectángulo de puntitos multicolor (me estaban autorizando el paso), mismo que cerraron inmediatamente después de mi andar para volver a formar una barrera casi infranqueable.

Por las noches, hicieron guardias en la puerta de mi habitación. Podía escuchar entre sueños los cambios de turno, había una suerte de ritual que incluía dar unos pasitos de lado cuando llegaba el centinela que ocuparía el lugar de la manchita que necesitaba dormir con urgencia.

Estuvieron así hasta hoy.

Esta mañana, cuando me levanté, otra vez parecía que alguien las había estornudado y estaban todas salpicadas por doquier. Habían regresado a su actividad normal.

Algunas dormían, otras charlaban con sus vocecitas casi mudas, habían las que mordían la alfombra, jugaban con el gotero del lavabo, gritaban dentro de botellas de vino vacías para escuchar su eco y casi piso a unas cuantas que intentaban mover un sucio sofá de su lugar para alcanzar la ventana.

No sé por qué me parece tan normal que sucedan estas cosas.

domingo, 26 de julio de 2009

Autodestrucción inevitable

A veces me siento tan cansado de no hacer nada, que no puedo más que seguir dando tumbos en mi rutina laboral para no quedarme dormido.

Me disfrazo de persona responsable, salgo a la calle, interactúo con extraños como si los conociera y regreso a platicar de lo mismo con el espejo sucio que me ve llegar todas las noches y me insinúa que detrás de él hay una realidad alterna más entretenida, menos ordinaria.

Tengo sed de libros nuevos, de ideas diferentes que desquebrajen mi manera de pensar para volver a construirla.

Quiero terminar conmigo y volver a empezar pretendiendo que es la primera vez que llevo a cabo esta secuencia invariable que me tiene tan atolondrado.

domingo, 5 de julio de 2009

Todo apelmazado

El cielo era color estaño. El tiempo avanzaba rápido hacia las 6 de la tarde en un día cualquiera de la semana pasada. La trayectoria que trazaba mi automóvil, al subir un puente que capotea a la colonia Anzures, dibujó un paneo que dejó entrever el color verde obscuro y desaturado de unos árboles que sostenían firme a un edificio muy alto.

Manejé de reojo varios metros, varios segundos, durante los cuales mi parte Cronopiomutilada se quedó postrada en la imagen de una superficie platinoide, que se degradaba lenta y sutilmente desde un cobrizo adormilado hacia la nada. Para fundirse en el lado opuesto con el cielo taciturno.

Despuesito, siguiendo el paneo que por la curvatura del puente se vencía hacia la derecha, se asomó la luna. Grande, inmensa, redonda, sarrosa, con algunos dejos de orín.

Entonces mi alma tuvo un momento de lucidez, un ínfimo instante que pudo ser imperceptible de no haber tenido la suerte de sentir como el cielo, la luna, las hojitas verdes de los árboles, el edificio y yo, nos derretimos para ser parte de un todo apelmazado.

Inevitablemente lloré y seguí manejando feliz al saber que esas cosas hermosas no sólo ocurren en los libros.

lunes, 22 de junio de 2009

Otra vez

Otra vez amaneció nublado.



Otra vez salí de casa y había agua en el aire.



Otra vez casi lloro al sentir que la ciudad en la que vivo está fría y felizmente encapotada.



Otra vez circulan por encima de mis ojos las horrendas ideas que mantienen la hermosa y delgada diferencia entre mi cordura y la de los demás.



Otra vez pisan charquitos mis zapatos viejos que parecen de payaso.



Otra vez escucho voces que enajenan cuyos conceptos nacen tan absurdos que me parecen razonables.



Otra vez la gente en la calle repite con tedio que el día amaneció feo...
[... evidentemente no saben lo que dicen].

martes, 16 de junio de 2009

Gris

Las mañanas que nacen grises, húmedas y frías, son las mejores.

Mis manchitas de colores brillan más.

jueves, 11 de junio de 2009

Mezcla

Qué difíciles se tornan las cosas cuando las opuestas realidades en que vivo se disuelven.

Mi parte corpórea se limita a estar, no tiene problemas. Sin embargo, mi psique se cuece.

Es insoportable el ardor del alma cuando de repente me encuentro perdido entre las percepciones de la jarana insustancial y los placeres del bienestar espiritual.

Es descollante para el alma cuando el placer de poseer y el placer de disfrutar se vuelven una masa homogénea.

No hay mejor manera de regresar las cosas a su lugar que salir a abrazar a un árbol gordo que no es propiedad de nadie.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Sin Color

Hoy me siento incoloro.

Ni siquiera la vieja botella de vino que destapé hace cuarenta y dos minutos logra sacarme de la monocromía.

Quería ser un poco rojo, pero...


Escala de grises.

Mi piel está al 5% del negro total. El poco cabello que me queda al 60% y mi ropa se debate entre el 10% y el 99%.

No puedo dormir...

Pienso en las muchas veces, que muchas personas han tenido los muchos pensamientos resbalosos y bastardos que tengo hoy.

jueves, 21 de mayo de 2009

CRUDA IRREALIDAD

Mis manchitas de colores están de regreso. Poco a poco, ellas mismas fueron recuperando su brillo y dejaron atrás los días de monocromático desdén.
Apenas se descubrieron sanas, comenzaron a brincar por todos lados, a enredarse en el poco pelo que me queda, jugaron con los colores del televisor, entraban y salían del agua del retrete (tuve que sacarlas de ahí, cerrar el baño y poner una toalla bajo la puerta), se metían entre las hojas de mis libros y no daban tregua a un tierno bullicio que ya extrañábamos tanto ellas como yo.

Al poco rato quede dormido con la televisión prendida, más por cansancio que por ganas de soñar. Después, sucedió algo que nunca había visto...




...por la mañana al despertar, caminé somnoliento a la cocina como todos los días para abrir el refrigerador y cerciorarme de que seguía tan vacío como lo había dejado la noche anterior. Sin embargo, esta vez en lugar de las paredes pálidas y un bote de salsa medio vacío, me encontré con que su interior estaba todo salpicado, como si se hubiera llevado a cabo una convención de colores y éstos hubieran estado discutiendo toda la noche hasta cansarse.

Pensé que mis ojos, hinchados de sueño y renuentes a la luz, eran los culpables de la confettiesca visión, pero al cerrar la puerta del enfriador, caí en cuenta de que todas las paredes de mi apartamento estaban igual.

Después miré los sillones, el piso, las puertas, los cuadros, las fotos, la mesa, el espejo del baño (éste estaba más densamente cubierto de colores salpicados), los platos del secador, la apestosa ropa en el cesto, la vieja alfombra de la habitación que sirve de estudio, el librero, mis juguetes, en fin... todo había sido cubierto por una especie de vómito multicolor.

Al final descubrí que mis manchitas de colores habían tenido una suerte de fiesta brutal al encontrarlas a todas dormidas y amontonadas bajo mi cama. Tiradas, exhaustas, crudas de felicidad.

Cerré la puerta y me alejé despacio sin hacer ruido. Ellas siempre hacen lo mismo cuando yo amanezco igual.

martes, 12 de mayo de 2009

Mi perro imaginario

Capitán era un perro imaginario, mediano, amarillo. No era flaco hasta los huesos, pero sí digamos que mediocremente alimentado. Gustaba, como todos los demás perros, de olfatear los rabos de los demás, tenía una casi inverosímil debilidad por los vasos. No podía ver a alguien sosteniendo un vaso de plástico, unicel o hasta vidrio, porque quedaba totalmente hipnotizado. Después del encuentro, sus ojos grandes y claros (casi amarillos también), no podían dejar de hacer contacto visual con el fetiche.

Las copas de vino, botellas de refresco, latas y demás objetos útiles para sostener una bebida, le eran lo mismo que nada.

No obstante su necesidad de poseer el vaso, trataba de simular una tranquilidad aparente y abruptamente le retiraba la atención a lo que fuera, ya fuera niño, pelota o trapo.

Caminaba cauteloso, movía la cola lentamente. Era su manera de hacerle creer a los demás que el vaso no tenía la importancia y que no cabía la idea en ningún lugar del mundo de que se fuera a abalanzar para robarlo.

Nunca saltó de frente a nadie para obtener su vaso. Siempre fue cauteloso de postrarse casi a 180 grados del objetivo y a una distancia suficiente para, llegado el momento, lanzarse como tigre sobre el objeto de su pasión y con la punta de la nariz sacarlo de la mano de quien lo tenía sin tocarla siquiera.

Cuando el vaso era de vidrio y se rompía, el sonido emitido sacaba inmediatamente de su trance a Capitán y quedaba aturdido sin saber qué sucedía. Después venían los gritos, reproches y demás ademanes y sonidos raros que le obligaban a salir corriendo sin saber por qué estaba siendo rechazado. Pero cuando el vaso era de algún material que soportara la caída, el sonido hueco que sobrevenía del primer o segundo rebote, era la cima del placer, era el momento en la cúspide de sus sentidos, era el detonante de un espasmo efímero y grandioso que precedía al brinco perfecto que lograba alcanzar el vaso para tomarlo entre los dientes y llevárselo de ahí. Lejos de todo.

Después de horas se podía seguir escuchando el sonido lejano del vaso vacío retumbando en el piso y las paredes del lugar que había elegido Capitán para jugar hasta quedarse dormido.

Era un perro Cronopio.

domingo, 10 de mayo de 2009

Tal vez

Mis manchitas de colores en cautiverio están tristes.

De unos días a hoy no juegan, no brillan, no platican conmigo.

Parecen ausentes, como enfermas.

Me preocupa verlas deslavadas, opacas, ténues. Intento sacarlas de su trance, pero parece que no estoy.

He tratado de entablar algunas conversaciones con ellas, les hablo de las cosas que les gustan; del aire brusco, de las fuentes, de edificios viejos, de árboles gordos, de las burbujas del agua mineral, hasta les he traído un par de esas flores muy pequeñitas del arbusto que algún día les platiqué que existía y que siempre quisieron conocer...

...se marchitaron antes de que voltearan a verlas.

He intentado hasta ignorarlas.

Tal vez sea que no soportan más el cautiverio.

Tal vez necesiten aire, edificios, árboles...

Pobrecitas, espero que no mueran de tristeza.

martes, 5 de mayo de 2009

El sarro de la Luna

Esta noche es similar a muchas que he tenido; solo, sin hambre, con mucha sed, sin cigarros ni ganas de fumar, refrigerador semi vacío, pantalón de pijama, torso desnudo, un calor que me acosa casi sexualmente al estar sentado en una mesa vieja, rayada, que dibuja muchas noches de borrachos con oficio que tuvieron un marcador indeleble a la mano.

Mis ya aburridas cavilaciones acerca de lo deshilachado que encuentro mi entorno, casi terminan por partirme en dos. No sé si la irreconocible luna que se asoma por un ángulo desnudo de mi ventana sea la causa. Puede ser que su color sarroso, ese absurdo maquillaje ocre, tenga algún efecto exponencial sobre mi yo abyecto, mal sano...

Las obscuras nubes grises de contorno afilado y brillante la acarician muy por encimita y sin causarle daño.

Erizan su piel.

Reparo entonces en el bello y macabro sentido del cielo que observo, el sarro en la luna cobra magnificencia, diluyo el espectáculo con el resto del mundo, me atrapa irremediablemente la vorágine del todo y vuelvo a saber que formo parte del lado macabro y hermoso del mundo.

miércoles, 29 de abril de 2009

Conmigo

Esta noche estoy destinado a divagar.

Porque esta noche viajaré por carretera, no muchos kilómetros, pero sí los suficientes para gozar al ver de reojo los foquitos del tablero de mi coche, y jugaré a calcular la distancia entre las estrellas y mi cabeza, y me distraeré unos micro segundos para disfrutar de las siluetas de los cerros que como espectros acechan, y apenas se diferencian del cielo que no es negro, sino de un color azul muy obscuro.

Abriré la ventanilla cuando haga frío y tal vez hasta me fume un cigarro.

Esta noche voy a pensar mucho en las cosas que me da miedo pensar cuando estoy en casa, no pondré música en la radio, cantaré mis propias canciones y nadie estará ahí para escucharlas, platicaré conmigo en voz alta y seré feliz al lograr establecer una comunicación plena con el Yo que casi nadie conoce.

Espero que el camino se me haga muy largo.

sábado, 25 de abril de 2009

Partículas de colores en cautiverio

Cuando salgo a la calle; a trabajar, a caminar, a ver el cielo, a respirar, manejar, o a cualquier otra actividad que requiera que asome la cabeza al mundo, dejo encerrados en una habitación del espacio cronopiomutilado donde duermo, un puñado de seres curiosos que no quiero que nadie conozca.

Y no es que me avergüence de ellos, sin embargo, sé que si los exhibo pueden ser maltrechos y quedar muertos en un nano segundo.

Digamos que son pequeñas partículas de colores sin forma que se mueven y juguetean con entropía al rededor de mí cuando estoy en casa, como las pulgas de las películas viejas que roban mi atención y me privan de la trama. Conviven unas con otras, se ríen, gritan palabrejas inventadas con sus pequeñas vocecitas, brincan, corren, duermen, todo lo hacen juntas aún cuando sean opuestas.

Pero, ¿Qué haría la gente si me vieran caminando por ahí con un espectro de manchitas de colores al rededor de mi cuerpo? O peor aún, ¿qué pasaría cuando se percataran de que platico, juego y me río con ellas?

Estoy seguro de que muchos se burlarían hasta marchitarlas, o las tocarían sin cuidado alguno y terminarían por aplastarlas, o las asfixiarían al querer encerrarlas en el hueco de un puño a medio cerrar, o se las robarían para ponerlas en un frasco y sacudirlas hasta que se dejaran de mover.

Por eso las encierro, y sueño con el día en que pueda salir con ellas a la calle y no corran ningún peligro.

martes, 14 de abril de 2009

Huecos resanadores

Creo que los huecos en la panza, son una de esas razones por las cuales no encuentro particularmente inútil lidiar con el trajín cotidiano.

Los huecos en la panza rompen con esa maldición eterna que por autonomasia llamamos "Vida Moderna" o "Mal necesario".

Subir, bajar, entrar, poner, quitar, fumar, decir, gritar, encabronarse, cerrar, prender, teclear, llamar, contestar, negar, rogar, comer, cagar, voltear, regresar, correr, llegar, medio dormir, despertar y volver a empezar.

Un hueco en la panza, en mi caso, puede ser producido por miedo, emoción, incertidumbre, amor, desamor, el luar, una foto, una tarde, el color de algo nuevo que me recuerda algo viejo, un camioncito de refrescos de plástico barato, un árbol gordo, el momento exacto en que deja de llover, la música en vivo, y hasta por una palabra mal escrita pero bien puesta.

Los huecos en la panza tapan hoyos.

lunes, 13 de abril de 2009

Motivo de subida

Subo por un escabroso y afilado monte tupido de pensamientos cronopiomutilados* sobre la vida.

La cima está más lejos de lo que mis manos creen soportar seguir pirradas al filo de las piedras que cortan como hojas de papel.

No sé que hay arriba. No me mueve un rumor, no voy en busca de un mito, ni siquiera pienso en ello, simplemente voy, me raspo las rodillas, me soplo las cortadas de las palmas de mis manos y sigo subiendo.

De repente, me percato de que un animal, que sólo asoma los ojos entre las piedras, va subiendo junto a mi, me vigila, no sé si me cuida o me asecha, pero sus ojos brillan y me llaman a voltear de vez en vez, poniendo en riesgo la certeza del siguiente paso.

El luar es lo más parecido a un motivo de subida. Me siento bien y se me olvida que voy dejando sangre embarrada sobre las piedras, a final de cuentas no estoy aquí para quejarme.

*Cronopiomutilado: Taciturno, feliz, infinito, nostálgico, hedonista, sin rumbo, triste...

miércoles, 8 de abril de 2009

30-30

No encuentro un lugar para sentirme plenamente libre y retozar en mi güeva.

El aire denso de primavera y mi abotargado cuerpo no son capaces de compartir amigablemente en el mismo espacio.

Entre este gas denso, las piedras que cuelgan de mis párpados sin pestañas de tanto resistir y la mal habida cotidianeidad que cada vez que huyo me alcanza como sí yo corriera con las rodillas volteadas, estan convirtiendo mi vida en una película de los años 30 que corre 30 veces más lento; con hartas pulgas que caminan despacito por todos lados, un hermoso silencio, alto contraste y sombreros de muchas formas.

Me entretengo viendo los sombreros pasar. Es lo único que me hace olvidar el sopor de vivir en el umbral de lo consciente y lo que vale la pena.

viernes, 3 de abril de 2009

Pedales

Ya entrado en...

PECES DE CIUDAD

Joaquín Sabina


Se peinaba a lo garçon
la viajera que quiso enseñarme a besar
en la gare d’Austerlitz.

Primavera de un amor
amarillo y frugal como el sol
del veranillo de san Martín.

Hay quien dice que fui yo
el primero en olvidar
cuando en un si bemol de Jacques Brel
conocí a mademoiselle Amsterdam.

En la fatua Nueva York
da más sombra que los limoneros
la estatua de la libertad,

pero en desolation row
las sirenas de los petroleros
no dejan reír ni volar

y, en el coro de Babel,
desafina un español.
No hay más ley que la ley del tesoro
en las minas del rey Salomón.

Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis sueños va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un no te quiero querer.

Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad

que mordieron el anzuelo,
que bucean a ras del suelo,
que no merecen nadar.

El Dorado era un champú,
la virtud unos brazos en cruz,
el pecado una página web.

En Comala comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver.

Cuando en vuelo regular
pisé el cielo de Madrid
me esperaba una recién casada
que no se acordaba de mí.

Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis venas va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un liguero de mujer.

Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad

que perdieron las agallas
en un banco de morralla,
en una playa sin mar.

viernes, 20 de marzo de 2009

El Moro



No imaginé nunca verme puesto en una situación así. Contando segundos con la mirada fija en un grano de azúcar muy cuadrado, casi perfecto. Diferente, grande, hipnotizante y transparente, pirrado a un cuerpo curvo que de no ser porque parecía que lo habían arado, sería como una salchicha un poco más larga de lo normal, escarchada, como el tiempo que ocurre mientras pienso en la procedencia de este cubo cristalino, más grande que los otros y también diminuto.

Los demás cubitos me miran contemplarlo, seguramente envidiosos, curiosos por saber qué es lo que mantiene mi mirada amarrada a su simil diferente. “-¿En qué radica la atención obsesiva que le tienen a este?-”, dirán entre ellos. “-Mira sus ojos, están fijos como los de un muerto-”, comentarán intrigados refiriéndose a mi, a mis ojos clavados, a mi cabeza recostada en la mesita donde hasta hace un tiempito, tomaba chocolate caliente de una taza blanca pegajosa y harta de espuma.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que el granito perfecto de azúcar se postró delante de mí para no dejarme volver la mirada a otro lado, para no dejarme oir nada, para no poderme mover ni un ápice, paradarme cuenta de que mi mente vacía experimenta el insufrible impulso de gritar todas las ideas de las que carece.

Lentamente estoy dejando de pensar.


miércoles, 18 de marzo de 2009

También

Ya entrado en la introspección para encontrar a mis amos, me di cuenta de que también soy esclavo de:

Las camisas sin planchar, la informalidad, de los frijoles, del agua caliente, de una sombrita en el césped, de los perros, de Hombrecito Lobo, de la comida quemada, de la machaca, de las juergas con puros hombres, de que se me acabe el puto gas, de la crema de elote, de masticar pedacitos de plástico, de los paletones corona, de desmadrar celulares, de las tortillas de harina caseras, de llorar con el pinche final de Le Cercle parfait, del pan con mantequilla, sal y pimienta, de las Kärcher, de mi estreñimiento, de las pecas por el sol...

...CONTINUARÁ.

lunes, 16 de marzo de 2009

Servilismo total

Caminaba por ahí. Fumando, pensando, ¿por qué siento que traigo una pesada culpa cargando en la mochila? ¿por qué todo el tiempo estoy trantando de ser de equis manera? ¿por qué no me voy a escupirles a los carros rojos desde un puente? (deveras me gustaba hacerlo hace tiempo).

Caí en cuenta de que, de un tiempo a acá, he vivido huyendo de lo que consideraba "expresiones mustias de esclavitud cotidiana" (qué pinche risa).

Estoy perfectamente bien siendo esclavo de la Cabeza de Huevo, de la coca-cola, de patear un balón, de escribir, de mi frente amplia, de mis tenis apestosos, de mis amigos, de mi familia, de mi revista independente muerta, de mi nostalgia, de mis ganas de viajar a donde sea, del café sin azúcar, del rastrillo, de la ciudad, de las caricaturas, de mis ansias eternas, de tomar fotos, del vino, de mi ropa sucia, de mis libros re-leídos, de verl el cielo, de mis ganas de dibujar, de los árboles gordos, de mi güeva infinita, de mis ganas de dormir después de comer, de mi computadora, de fumar mientras manejo en la carretera, de portarme como niño cuando estoy con el Negro, de la cerveza, de mi estupidez, del sexo, de mis pobreza, de la música, de mi cepillo de dientes, de mi oficina, de los chocolates, de mi tobillo torcido, de mis impulsos comsumistas, de mis sueños absurdos donde puedo volar a 15 centímetros del suelo.

Entonces soy felíz, porque puedo decidir de qué ser esclavo y ser totalmente servil.

domingo, 15 de marzo de 2009

Mujeres que generan empleos

Muchas veces he sido cuestionado sobre mi permanente tedio y animadversión por la vida social, he sido tachado de insurrecto, mal nacido, mamón, soberbio, intolerante y las más de las veces de pendejo.

(¿Se puede ser de otra manera?)

Un amigo de Lisboa me ha ensañado que mi corazón palpita porque no tiene consciencia, y que si pudiese pensar se detendría. Nada hay más cierto.

Acabo de bajarme del Tren.

Camino por una avenida de Chihuahua con mi marlboro rojo humenado entre mis dedos. Con el frío sabe diferente, lo tiro a la mitad y recojo del suelo un cuadernillo doblado y sucio color café cuyo título hace referencia a las mujeres muertas del estado.

La primer página anuncia rimbombante, orgullosa y estúpidamente:

"292 feminicidios resueltos de 1993 a 2008".

En la misma página, acompañan a los "logros del gobierno", gráficos y leyendas que hacen referencia al "trabajo realizado", al "cumplimiento de los objetivos".

No sé si reir, llorar o cambiarme de sexo y darme un tiro para seguirles dando trabajo a estos pendejos.

Aviento el panfleto a la chingada.

Voy de vuelta al D.F.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Abrazos Gordos

Comienzo a salir de mi letargo. Hay veces que no es necesario más que cortarse un dedo y recordar que el dolor físico existe. A veces con el sólo hecho de volver a reconocer el sabor del vino o la cerveza como exquisitos, regreso y entiendo que hay algo más allá de los 40 centímetros de circunferencia que conformaban mi universo inmediato.

Hoy volví a asomar la cabeza al mundo, poco a poco.

Pude ver (emocionado) periódicos con encabezados chistosos, personas tirando penaltis, aros de cebolla escurriendo aceite, un salero casi vacío, un pimentero lleno, trapos sucios embarrando mugre en mesas cubiertas de plástico, paletas chupadas en el piso con dos largas filas de hormigas (una de ida y una de vuelta), gruñones manejando autos viejos, pendejos manejando autos nuevos, niños levantando faldas, niñas cagándose de risa de esos niños, novios trenzados, un tenedor chueco, una fuente con agua verde, edificios viejos y hermosos con ventanas que me invitaban a liberar al voyeur.

Ya en la calle, compré una coca de lata y disfruté su color rojo empañado, disfruté el cliché de abrirla y esbozar una sonrisa al escuchar el "psssst!!" para después darle un trago largo y retozar al final durante un segundo y seguir caminando como si me hubieran dado la mejor noticia imaginada.

Hoy volví a sentir la hermosa sensación de abrazar un árbol gordo.

martes, 10 de marzo de 2009

Distancia entre las estrellas y mi cabeza

Sigo arrastrando la resaca de haber creído que me había encontrado. Sigo fumándome la vida con la misma cara atónita, perfecta pintura de idiotez. Mi conocimiento se reduce a una vaga idea de la distancia que hay entre las estrellas y mi cabeza. Nada es totalmente cierto, nada ni nadie se demuestra como verdad. Otra vez me topo con la misma idea bastarda de que la vida carece de sentido, de esencia. Entonces me descubro absurdo… pendejo. Buscando magnificencia en donde, durante décadas, no he encontrado más que migas de conciencia humana y mucha mierda para retozar.

sábado, 7 de marzo de 2009

Fumando y con la nariz rota


Patéticamente estoy fumando otra vez. Y es que no se puede tenerlo todo. Cuando encuentro una buna razón para dejar de hacer algo, me descalabran cien razones más para seguir haciéndolo. Soy cobarde. Huyo de todo lo que no me place, le saco la vuelta a los disgustos inherentes a una vida feliz, pero cuando me alejo corriendo, tropiezo y me ropo la nariz.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Bocados de ira

No debe ser bueno tragarse la ira. Además de su sabor desagradable, duro y seco, se siente como un gran pedazo de hule que no cabe en el tórax. Estorba. Sería más fácil transpirarla o escupirla a donde no haya nadie, a donde no haya materia orgánica que corroer o almas que salpicar.

Me acabo de tragar un buen bocado de ira gracias a mi maldita y absurda premisa de no convertir mi vida social en una trinchera, la guerra se lleva a cabo por dentro.
Difícil es fingir estabilidad en todos los sentidos cuando éstos se encuentran ocupados en una cruenta batalla entre sí. Cada uno de ellos está convencido de que su lucha es auténtica y sus ideales justifican la destrucción del campo de batalla y la impiadosa aniquilación del enemigo. (¿?)

Es casi imposible tomar parte.

Cada batalla ganada o perdida de cada uno de los protagonistas de esta guerra que erosiona mis entrañas siembra una semilla más de confusión, semilla que no necesita agua ni un terreno bondadoso donde crecer, y se esparce como hiedra con espinas que se desprenden a la menor provocación y se expanden en la carne viva para germinar una y otra vez y así cubrirme todo por dentro.

Por fuera sigo siendo un pedazo de plástico que respira y se aferra a las cosas que les gustan a los Cronopios aunque haya muchos Famas deambulando al rededor.

El Último

Me acabo de fumar mi último cigarro. Salí a comprar una cajetilla de Faros. Era de metal, muy bonita, ya no son sin filtro y no saben igual, tampoco llevan papel arroz. Ya no vale la pena chuparlos antes.

Prendí mi último cigarro y tiré por la ventana del coche la cajita de metal con diecinueve churros adentro mientras pensaba en la vida que llevo, en la que quisiera llevar, en la que nunca voy a llevar y en otras tantas que no venían al caso.

También me compré una coca de lata, esa no creo poder dejarla por el momento.

lunes, 2 de marzo de 2009

No sé dibujar

No sé si quien lee haya sentido alguna vez lo que yo siento al escribir lo que escribo cuando siento que no estoy.

El maldito tiempo pasa, corre, se va. Veo como todos andan su camino sin voltear a ningún lado, y trabajan y se enferman y se curan, y repiten sus ciclos con gusto. Es más, festejan cada vez que se percatan de que van por el camino correcto y pretrazado que la vida les marca. ¿La vida?, ¡La vida no existe!, la vida no es, la vida no tiene ni puta pizca de escencia.

Cada ente que anda por ahí, yendo y viniendo sin saber a donde, es menos, sin saber que va y viene, concibe su vida como le enseñaron a concebirla, y en el mejor de los casos pretende acomodarla como mejor le conviene, pero se engaña, dibuja un paisaje que nadie más ve y le gusta creer que los demás no sólo lo perciben, sino lo interpretan igual.
Bendita y maldita la hora en que me di cuenta de que mi dibujo de vida no existe, el momento en que me percaté de que era una pendejada mía.

Y ahora que me asomo por la rendija que se presenta ante la ausencia del placebo imaginario que era esa percepción ególatra del mundo, descubro un desmadre de dibujos diferentes delante de la cara de cada alguien. Grandes, diminutos, medianos, de colores, negros, incoloros... quisiera con todos ellos construir uno para mi, tomar lo rescatable de cada uno, o lo menos decadente, pero estoy tan cansado de intentar, de tratar de fingir que entiendo las cosas, que no me queda más que mirar y seguir vomitando letras que tal vez no quepan en el paisaje de nadie.

lunes, 23 de febrero de 2009

Que Valga

No hay nada que decir mientras no hiervan burbujeantes las palabras en la boca, y para que esto suceda, debe haber un fuego potente y casi perpetuo dentro del pecho, que caliente sensaciones y sentidos para generar ideas, que sean removidas por anhelos, ambición, imprudencia y locura, que generen la fuerza para vomitarlas en la cara de alguien más, o en el espejo, si es que no hay nadie cerca que valga la contracción del alma.

viernes, 20 de febrero de 2009

Más de lo mismo

Mientras caigo en cuenta de que lo único que puedo hacer es imitar viejos modelos "auténticos", me deprimo. Después de haber pasado tanto tiempo postrado firme en la idea del "ser diferente" del "ser anti-igual" veo con desatino e indiferencia simulada que históricamente han habido tantos como yo, que igualan a las filosofías de ocasión y tal vez hasta superan en color y número a quienes no se preocupan de estas ahora cuestiones valadí y viven iguales, indiferentes y felices, y cuya secta se define, contraria a la mía, por no tener interés alguno en la igualmente vana paradoja de mostrar a un ser cuidadosamente descuidado.