miércoles, 4 de marzo de 2009

Bocados de ira

No debe ser bueno tragarse la ira. Además de su sabor desagradable, duro y seco, se siente como un gran pedazo de hule que no cabe en el tórax. Estorba. Sería más fácil transpirarla o escupirla a donde no haya nadie, a donde no haya materia orgánica que corroer o almas que salpicar.

Me acabo de tragar un buen bocado de ira gracias a mi maldita y absurda premisa de no convertir mi vida social en una trinchera, la guerra se lleva a cabo por dentro.
Difícil es fingir estabilidad en todos los sentidos cuando éstos se encuentran ocupados en una cruenta batalla entre sí. Cada uno de ellos está convencido de que su lucha es auténtica y sus ideales justifican la destrucción del campo de batalla y la impiadosa aniquilación del enemigo. (¿?)

Es casi imposible tomar parte.

Cada batalla ganada o perdida de cada uno de los protagonistas de esta guerra que erosiona mis entrañas siembra una semilla más de confusión, semilla que no necesita agua ni un terreno bondadoso donde crecer, y se esparce como hiedra con espinas que se desprenden a la menor provocación y se expanden en la carne viva para germinar una y otra vez y así cubrirme todo por dentro.

Por fuera sigo siendo un pedazo de plástico que respira y se aferra a las cosas que les gustan a los Cronopios aunque haya muchos Famas deambulando al rededor.

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