miércoles, 29 de abril de 2009

Conmigo

Esta noche estoy destinado a divagar.

Porque esta noche viajaré por carretera, no muchos kilómetros, pero sí los suficientes para gozar al ver de reojo los foquitos del tablero de mi coche, y jugaré a calcular la distancia entre las estrellas y mi cabeza, y me distraeré unos micro segundos para disfrutar de las siluetas de los cerros que como espectros acechan, y apenas se diferencian del cielo que no es negro, sino de un color azul muy obscuro.

Abriré la ventanilla cuando haga frío y tal vez hasta me fume un cigarro.

Esta noche voy a pensar mucho en las cosas que me da miedo pensar cuando estoy en casa, no pondré música en la radio, cantaré mis propias canciones y nadie estará ahí para escucharlas, platicaré conmigo en voz alta y seré feliz al lograr establecer una comunicación plena con el Yo que casi nadie conoce.

Espero que el camino se me haga muy largo.

sábado, 25 de abril de 2009

Partículas de colores en cautiverio

Cuando salgo a la calle; a trabajar, a caminar, a ver el cielo, a respirar, manejar, o a cualquier otra actividad que requiera que asome la cabeza al mundo, dejo encerrados en una habitación del espacio cronopiomutilado donde duermo, un puñado de seres curiosos que no quiero que nadie conozca.

Y no es que me avergüence de ellos, sin embargo, sé que si los exhibo pueden ser maltrechos y quedar muertos en un nano segundo.

Digamos que son pequeñas partículas de colores sin forma que se mueven y juguetean con entropía al rededor de mí cuando estoy en casa, como las pulgas de las películas viejas que roban mi atención y me privan de la trama. Conviven unas con otras, se ríen, gritan palabrejas inventadas con sus pequeñas vocecitas, brincan, corren, duermen, todo lo hacen juntas aún cuando sean opuestas.

Pero, ¿Qué haría la gente si me vieran caminando por ahí con un espectro de manchitas de colores al rededor de mi cuerpo? O peor aún, ¿qué pasaría cuando se percataran de que platico, juego y me río con ellas?

Estoy seguro de que muchos se burlarían hasta marchitarlas, o las tocarían sin cuidado alguno y terminarían por aplastarlas, o las asfixiarían al querer encerrarlas en el hueco de un puño a medio cerrar, o se las robarían para ponerlas en un frasco y sacudirlas hasta que se dejaran de mover.

Por eso las encierro, y sueño con el día en que pueda salir con ellas a la calle y no corran ningún peligro.

martes, 14 de abril de 2009

Huecos resanadores

Creo que los huecos en la panza, son una de esas razones por las cuales no encuentro particularmente inútil lidiar con el trajín cotidiano.

Los huecos en la panza rompen con esa maldición eterna que por autonomasia llamamos "Vida Moderna" o "Mal necesario".

Subir, bajar, entrar, poner, quitar, fumar, decir, gritar, encabronarse, cerrar, prender, teclear, llamar, contestar, negar, rogar, comer, cagar, voltear, regresar, correr, llegar, medio dormir, despertar y volver a empezar.

Un hueco en la panza, en mi caso, puede ser producido por miedo, emoción, incertidumbre, amor, desamor, el luar, una foto, una tarde, el color de algo nuevo que me recuerda algo viejo, un camioncito de refrescos de plástico barato, un árbol gordo, el momento exacto en que deja de llover, la música en vivo, y hasta por una palabra mal escrita pero bien puesta.

Los huecos en la panza tapan hoyos.

lunes, 13 de abril de 2009

Motivo de subida

Subo por un escabroso y afilado monte tupido de pensamientos cronopiomutilados* sobre la vida.

La cima está más lejos de lo que mis manos creen soportar seguir pirradas al filo de las piedras que cortan como hojas de papel.

No sé que hay arriba. No me mueve un rumor, no voy en busca de un mito, ni siquiera pienso en ello, simplemente voy, me raspo las rodillas, me soplo las cortadas de las palmas de mis manos y sigo subiendo.

De repente, me percato de que un animal, que sólo asoma los ojos entre las piedras, va subiendo junto a mi, me vigila, no sé si me cuida o me asecha, pero sus ojos brillan y me llaman a voltear de vez en vez, poniendo en riesgo la certeza del siguiente paso.

El luar es lo más parecido a un motivo de subida. Me siento bien y se me olvida que voy dejando sangre embarrada sobre las piedras, a final de cuentas no estoy aquí para quejarme.

*Cronopiomutilado: Taciturno, feliz, infinito, nostálgico, hedonista, sin rumbo, triste...

miércoles, 8 de abril de 2009

30-30

No encuentro un lugar para sentirme plenamente libre y retozar en mi güeva.

El aire denso de primavera y mi abotargado cuerpo no son capaces de compartir amigablemente en el mismo espacio.

Entre este gas denso, las piedras que cuelgan de mis párpados sin pestañas de tanto resistir y la mal habida cotidianeidad que cada vez que huyo me alcanza como sí yo corriera con las rodillas volteadas, estan convirtiendo mi vida en una película de los años 30 que corre 30 veces más lento; con hartas pulgas que caminan despacito por todos lados, un hermoso silencio, alto contraste y sombreros de muchas formas.

Me entretengo viendo los sombreros pasar. Es lo único que me hace olvidar el sopor de vivir en el umbral de lo consciente y lo que vale la pena.

viernes, 3 de abril de 2009

Pedales

Ya entrado en...

PECES DE CIUDAD

Joaquín Sabina


Se peinaba a lo garçon
la viajera que quiso enseñarme a besar
en la gare d’Austerlitz.

Primavera de un amor
amarillo y frugal como el sol
del veranillo de san Martín.

Hay quien dice que fui yo
el primero en olvidar
cuando en un si bemol de Jacques Brel
conocí a mademoiselle Amsterdam.

En la fatua Nueva York
da más sombra que los limoneros
la estatua de la libertad,

pero en desolation row
las sirenas de los petroleros
no dejan reír ni volar

y, en el coro de Babel,
desafina un español.
No hay más ley que la ley del tesoro
en las minas del rey Salomón.

Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis sueños va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un no te quiero querer.

Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad

que mordieron el anzuelo,
que bucean a ras del suelo,
que no merecen nadar.

El Dorado era un champú,
la virtud unos brazos en cruz,
el pecado una página web.

En Comala comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver.

Cuando en vuelo regular
pisé el cielo de Madrid
me esperaba una recién casada
que no se acordaba de mí.

Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis venas va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un liguero de mujer.

Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad

que perdieron las agallas
en un banco de morralla,
en una playa sin mar.