sábado, 6 de febrero de 2010

De una libreta vieja

Mientras la gente muestra su afecto con caricias vacías, sonrisas invertebradas, regalos fastuosos y abracitos tibios, vomito.

Vomito en sus falaces corazones de oropel, que emulan imágenes sagradas y pretenden alcanzar una deidad sentimental que casi nadie conoce y que creen que se logra con el matrimonio.

Entonces conciben como natural al odio junto al amor.

Se vuelve un odio rabioso e inmaculado, hermano gemelo del amor.

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