lunes, 12 de abril de 2010

Debí suponer

Abrí la puerta.

Obscuridad total y un extraño bullicio sordo.

Mi mandíbula volvió a rosar el suelo cuando prendí la luz y sorprendí a mis manchitas de colores en cautiverio en una verdadera bacanal.

El frenesí era envidiable; carcajadas, brincos, gritos... era una fiesta salpicada de muchos colores por todos lados.

Jugaban a aventarse el contenido de mi frasco de besos que no he dado. El recipiente de vidrio rodaba vacilante por el suelo resbaloso (las manchitas cuando son felices, emanan una suerte de baba brillante y delgadita).

Caminé de puntas con mucho cuidado para no pisar a nadie.


Cuando notaron mi presencia, huyeron rápido a la habitación vacía.

Yo me quedé recogiendo mis besos y los guardé en el frasco.

Todos menos uno que ya se va.

No hay comentarios: