miércoles, 17 de marzo de 2010

Agujas de Vudú

El peso se va aligerando día con día.

Hoy por ejemplo, fui capaz de levantarme sin sentir que mi cabeza recién cercenada se quedaba en la almohada.

El corazón empero, sigue yaciendo a la mitad de mi cama casi muerto, sólo lo recupero cuando regreso a dormir y me acuesto y cierro los ojos. Le recito poesía maldita y robada para no dejarlo morir. Es la única manera, pues el vaso de agua de colores donde solía recuperarse, ahora tiene moscas y apesta a despecho.

Las cabezas suelen caer cortadas a manos de verdugos sin capucha que las miran a los ojos...

a menudo lo merecen y ruedan valientes su castigo.


Pero los corazones no nacieron para ser enjuiciados ni pinchados con agujas de vudú.

He dejado de escuchar a la gente, a la gente que habla sin sentido y sin sentir lo que yo siento, a los oídos sordos que gustan de finales felices, a los entes que desean el bien pero ignoran al diablo desnudo que camina y nos acecha entre las calles de la misma ciudad que nos cobija a todos.

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