lunes, 1 de marzo de 2010

Piel de oído

Anoche trataba de dormir cuando un susurro obstinado, indescifrable y concupiscente acarició mi cuello.

Sutilmente pirrado con sus dedos diminutos a mis poros exhalaba sobre mi piel

Pretendí que nada sucedía y me quedé tranquilo sin moverme un ápice.

Respiré lento y hondo para no asustarlo, quería que siguiera musitando palabras licuadas cuyo sentido no radicaba en la comprensión fonética, sino en una dialéctica alternativa que, sin conocer, comprendí muy bien.

Me habló de la soledad acompañada que involuntaria e inconscientemente me inventé hace ya algún tiempo; de mis otros Yoes, amigos (algunos incómodos) encarnados en los músculos del alma, enmascarados como recuerdos, miedos, vicios y pasiones.

El relato se fue descifrando solo. Parecía que su mismo aliento era codificador del mensaje y que requería únicamente el ínfimo espacio entre su procedencia y mi piel para ser entregado digerido.

Sí, escuché con la piel.


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